Juan Carlos Villamizar, PhD
La Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas (CHCV) surgida de las negociaciones de
paz, entre el Gobierno y la Guerrilla de las FARC en La Habana. Tuvo como
mandato del gobierno “producir un informe sobre los orígenes y las múltiples
causas del conflicto, los principales factores y condiciones que han facilitado
o contribuido a su persistencia, y los efectos e impactos más notorios del
mismo sobre la población.”[1]
El resultado fue un conjunto de 12
ensayos y dos relatorías, muy disimiles y que una vez más, cuestionan las
periodizaciones y las causas del conflicto político en los siglos XX y XXI.
Empero, agrega un elemento nuevo, la pregunta por la persistencia del
conflicto, es decir, implícitamente el mandato buscó indagar por factores
estructurales y permanentes que hacen que el conflicto desde la mitad del siglo
pasado, surja, se renueve y cobre nuevos aires más letales y autodestructivos
que el anterior ciclo. El aspecto sobre los efectos e impactos sobre la
población tuvo un tratamiento descuidado. Hay un reconocimiento que los
periodos más críticos fueron el de 1945-1964 y 1985-2013. Eduardo Pizarro
y Víctor Moncayo como relatores propusieron entonces varios aspectos analíticos acerca de la historia de la violencia en Colombia: la cuestión sobre la
continuidad o discontinuidad del conflicto, que a su vez está relacionado con la temporalidad que en cada caso se le asigna al conflicto.
Cuando el énfasis lo ponen en la
continuidad, es el conflicto por la tierra el elemento que sigue estando en el
centro del debate (Fajardo, Molano, Estrada: CHCV, 2015). También se
considera estructural el cierre de los espacios políticos en los dos periodos
de violencia. Igualmente, está la respuesta desproporcionada y reiterada de las
élites frente a la protesta social (Wills, CHCV,2015); por último,
algunos comisionados incorporan a la explicación la emergencia de un
capitalismo extractor de rentas, donde el narcotráfico es parte consustancial
del sistema (Estrada, Moncayo en: CHCV, 2015).
Cuando el énfasis lo ponen en la
discontinuidad, los comisionados centran su atención en destacar: que el FN
terminó con la violencia bipartidista de mitad del siglo XX; que el
narcotráfico y paramilitarismo se sitúan como actores nuevos de la violencia; y
que los actores armados sólo tienen como finalidad de su accionar la extracción
de rentas (a través del secuestro y el boleteo) haciendo tabla rasa del periodo
anterior a los años ochenta (Duncan en: CHCV, 2015)[4], en una aceptación
tácita de la forma cómo la clase política ha construido el pasado (sin verdad,
sin memoria, sin historia).
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