Introducción
La
tributación es una de las maneras como el poder se manifiesta en una sociedad, por
lo general, es el resultado de la relación de fuerzas entre los gobernantes y
sus gobernados.[1] Éstos últimos, pueden aceptar o rechazar el cobro de
los impuestos dependiendo del retorno que los gobernantes proporcionen a los
primeros (seguridad, salud, educación, seguridad social, leyes, etc.,). Desde
los tiempos antiguos esa ha sido la regla, y también lo ha sido, que los
gobernados no aceptan esos cobros, entre otras razones porque no son legítimos,
es decir, se ha impuesto la fuerza del gobernante sobre el gobernado.
En Colombia, se ha impuesto el interés de las élites sobre las necesidades básicas de la mayor parte de los habitantes del país. La reciente Ley tributaria (L. 1819/2016, dic-29), aprobada el día de los inocentes y previo a las fiestas de año nuevo, refleja la capacidad de nuestros gobernantes para ejercer su poder sobre todos nosotros, los gobernados, haciéndonos pagar más impuestos cada vez, sin recibir los beneficios correspondientes. En lo que va corrido del siglo XX, se han realizado diez modificaciones a las reglas de la tributación, una reforma cada dos años, las cuales han fortalecido las bases del sistema económico neo-liberal, es decir, se ha favorecido más al capital que al trabajo, más a los propietarios y rentistas que a los consumidores y necesitados del país.
¿Quiénes pagan: Capitalistas o
trabajadores?
Por cada cien pesos producidos en 2000 se pagaban $9,3
pesos en impuestos, en 2015 se pagaban $15,4 pesos, después de lo cual, ha
disminuido ese pago hasta hoy, en 2017, a $14 pesos. No discutiremos si es
mucho o poco, por ahora sólo nos interesa el aumento de $6,2 pesos por cada
cien. ¿quiénes pagan? La respuesta depende de si el impuesto lo pagan los
dueños del capital (los que se llaman impuestos directos), o la masa de los
consumidores (los que se llaman impuestos indirectos). La tributación es
progresiva si son los dueños del capital los que más pagan y regresiva si son
los consumidores los afectados por igual. Entre 2000 y 2015 para los
capitalistas el incremento fue, por cada $100 pesos, de $1,2 pesos en el primer
año a $3,8 pesos en el segundo ($2,7 pesos de aumento), mientras que para los
consumidores fue de $8 pesos en 2000 a $11,4 pesos en 2015 ($3,3 pesos de
aumento). Es decir que los consumidores (ricos o pobres) han tenido que pagar
más tributos y los capitalistas menos. Visto de otra manera, de los $126
billones a que asciende la tributación en 2016, el 25% lo pagan los dueños del
capital y el 75% los consumidores. Con la reforma en 2017 los primeros pagaran
21%, cuatro puntos menos, y los segundos, los consumidores, aumentaran su
participación en los impuestos a 79%.
Impuestos y guerra
Con la nueva reforma que comienza su aplicación en
2017, se cerró un ciclo de participación y aumento en los impuestos directos,
con el cobro de los impuestos a la seguridad democrática, al patrimonio y a la
riqueza; a partir de la nueva reforma se han eliminado esos cobros. Con esos
impuestos a la riqueza, se garantizó los recursos necesarios para el
fortalecimiento de las fuerzas armadas, ahora con la firma de la paz, las
elites encuentran innecesario su aporte al financiamiento del post-conflicto.
Impuestos que en sus mejores momentos alcanzaron una participación del 0,8% del
PIB.
Beneficios tributarios vs intereses
rentísticos
Las elites capitalistas colombianas han considerado
que la tributación no sólo es un medio para el ejercicio del poder (a través
del gasto tributario) sino también para satisfacer intereses particulares, aún
entre los mismos capitalistas. La mejor expresión de ese juego de intereses ha
sido la instauración de beneficios tributarios para ganaderos, mineros,
comerciantes e industriales. El beneficio consiste en hacer disminuciones sobre
la estructura de los costos de producción, para garantizar una menor base sobre
la cual cobrar los impuestos: se encuentran entonces las rentas exentas, los
ingresos no constitutivos de renta y las deducciones. En total suman $13
billones, cifra importante si se tiene en cuenta que la última ley aprobada por
el Congreso sólo espera recaudar $7,4 billones, lo que igualmente quiere decir que,
si los beneficios se desmontan, se tendría los recursos que el gobierno
necesita, e incluso más. Las actividades económicas que más beneficios han
obtenido son: el financiero, el minero, el petrolero, los seguros, todas
actividades altamente capitalizadas.
Pero los beneficios son dadivas que se otorgan según
el peso del sector o actividad económica frente al Gobierno de turno, es su
poder de incidir sobre la decisión de quien está en el poder lo que cuenta, no
importa si con ello, se mina la estructura tributaria, la legitimidad del
Estado o un gobierno, o si se endeuda más al Gobierno. La reciente ley 1819 de
2016, mantiene los beneficios y los incrementa otorgando nuevas exenciones para
las actividades mineras en las zonas afectadas por la violencia.
En resumen, los capitalistas pagan menos que los consumidores con el
pretexto de que al tener más recursos disponibles invertirán más, lo que está
demostrado es que las inversiones no llegan por la disponibilidad de capitales,
(eso ya lo había demostrado Keynes); los consumidores, que son en su mayor
parte, millones de pobres, pagan cada vez más impuestos en virtud de su
debilidad política.
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