sábado, 25 de junio de 2016

El fin de la Guerra Civil permanente



Tras la firma del acuerdo de cese el fuego bilateral y definitivo entre el Gobierno de Colombia y la Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) el día 23 de junio de 2016, el libro del profesor Mauricio Uribe López (2013), La Nación vetada: Estado, desarrollo y guerra civil en Colombia, se convierte en un escrito de referencia para aquellos interesados en conocer una de las interpretaciones más sugestivas acerca de los orígenes del conflicto armado en Colombia y su desarrollo hasta el presente.

El intento de interpretación en la Nación Vetada, nos recuerda las Grandes estructuras, procesos amplios, comparaciones enormes de Tilly (1991), porque cuenta que el siglo XX colombiano tuvo dos grandes guerras: La Violencia (1946-1964) y la iniciada en 1964 y que afortunadamente, el proceso de dialogo en La Habana ha llevado al inicio de su fin ahora en 2016. Así pues, el libro plantea la pregunta por la persistencia de un conflicto tan largo (52 años), ¿por qué la guerra civil es recurrente?, o ¿cuál es el orden que ha estructurado la élite gobernante? La respuesta de Mauricio, es que después de esa primera coyuntura crítica, como los bombardeos de 1964, vino otra que
reforzó la trayectoria de la enemistad política: el Pacto de Chicoral, que las élites sellaron para terminar de ahogar la reforma agraria de 1968. Esos dos eventos respondían, el primero a la lógica de la Guerra Fría y el compromiso de las élites colombianas con los Estados Unidos para reprimir el comunismo internacional; el segundo, mostró la resistencia de las élites rurales para redistribuir la tierra, como expresión de un modelo económico caracterizado por la obtención de rentas. En este punto, el libro está lleno de argumentos que demuestran como el estilo de desarrollo imperante, es expulsor de la mano de obra campesina, convirtiéndola en un gran ejercito de reserva, dice Mauricio: “El despojo del campesino ha sido la condición para la obtención de mano de obra barata. Hacer de un factor abundante, la tierra, un factor artificialmente escaso, ha generado el excedente de población que funciona como garantía de una baja remuneración al trabajo.”(p. 261). Esperamos, que con el inicio de una fase histórica de la paz, volvamos a la discusión sobre la tierra y la reforma agraria y para revertir el modelo económico expulsor de campesinos, para que ahora sea de integración.



La permanencia de la guerra es el producto de la imposibilidad de las élites construir una sociedad con un Estado unificados. No hay un proyecto político, liberal, conservador o socialista que intente contener al Leviatán del Estado, sencillamente se trata de una sociedad y un Estado fragmentados, los cuales, “configuran una estructura de dominación que ofrece condiciones propicias para la estabilidad social y política”(p.156). En esas condiciones no hay espacio para la distribución o para los proyectos de consolidación de una sociedad fuerte y democrática, en estos casos, las élites actúan como “arenas de acomodación”. Son élites que desarrollan la capacidad para repartirse la política económica, la justicia, los negocios, entre otros, y donde cada cual administra “lo suyo”, su porción de poder. De aquí surge un equilibrio asociado al poder de veto que un grupo ejerce sobre el otro, dependiendo del alcance y el nivel de la captura del Estado. Eso se ha reflejado, en el torpedeo constante a la reforma agraria y en la baja tributación rural. El pacto de reparto de Estado sin redistribución, trajo en compensación una guerra permanente. Eso lleva a Mauricio a señalar que el periodo de La Violencia, que ha sido historiado como una guerra ideológica entre liberales y conservadores, es en su lugar, un proceso de expulsión del campesinado y concentración de la tierra (Uribe, 2013, p. 267).

El libro, refiere igualmente a la falta que tuvo Colombia de una estación populista que hubiese generado un camino de resolución de muchos de los conflicto que llevaron a la guerra. El populismo fue la solución para Brasil, Argentina, Chile, México, Perú, entre los principales, en Colombia en lugar de ello, tuvimos la guerra como camino, ahora que un nuevo proceso empieza, otra ruta en su proceso político y de desarrollo le espera a Colombia. Ojala, las razones que presenta Mauricio en este libro para el surgimiento y mantenimiento del conflicto no se vuelvan a dar, y aunque seguimos sin reforma agraria y con un modelo de desarrollo excluyente y expulsor de mano de obra, busquemos otras salidas, en el dialogo político, para su resolución futura. Invito a todos a leer este libro.

La reseña completa se puede ver en: Villamizar, Juan Carlos. "Uribe, M. La Nación Vetada. Estado, desarrollo y guerra civil en Colombia." Ciencia Política 12, no. 23 (marzo-agosto 2017): 271-75. http://www.revistas.unal.edu.co/index.php/cienciapol/article/view/63723.

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